Es curioso saber que, desde su llegada a Santa Elena, Napoleón comenzó una verdadera campaña para convencer a Europa de que sufría un trato cruel por parte de los ingleses. Nada más lejos de la realidad. Napoleón disponía de una casa con veintidós habitaciones, donde vivían cincuenta y cuatro personas a su servicio, entre ellas cinco jardineros chinos. Los dignatarios que acompañaban a Napoleón tenían viviendas independientes. El emperador daba paseos a caballo, y en sus cuadras estaban algunos de los mejores ejemplares, que ganaban siempre en las competiciones de la isla. Tenía una sala de billar e incluso una máquina para fabricar hielo, una verdadera maravilla de la época. Ornaba la mesa el servicio imperial de plata con las águilas y la vajilla de Sèvres que tenía pintadas las victorias del emperador. En las veladas se vestía siempre de gala. Los gastos de la casa de Napoleón eran enormes, y los ingleses los redujeron un 30%, lo que hizo menguar el lucimiento de la m