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Libre circulación ... by Ana Garmendia Goicoechea


Uno de los pilares de la UE es la libre circulación, establecida por el Código de Fronteras Schengen, el reglamento de la Unión Europea 2016/399 que establece que no hay controles fronterizos y las personas pueden transitar sin necesidad de presentar pasaportes. Casi todos los miembros de la UE forman parte del espacio Schengen, menos Irlanda, Bulgaria, Rumanía y Chipre. Otros países que no forman parte de la Unión sí son parte del acuerdo: Noruega, Islandia, Suiza y Liechtenstein.
Cualquier Estado miembro podría poner fronteras con una medida unilateral porque sus competencias y el propio reglamento comunitario permiten este restablecimiento temporal de controles sin violar el reglamento.
Ahora, el Coronavirus COVID-19 se ha extendido ya a un total de 19 países del espacio económico europeo, entre ellos España, a partir de un foco inicial en el norte de Italia. Y esto no ha hecho más que empezar, y no se puede parar de momento.
Tal vez sea el momento de cuestionar la validez del Tratado Schengen. Y, por qué no, de nuestra pertenencia a la UE. Porque, al final, el Coronavirus les va a dar la razón a los ingleses con su Brexit.
La autarquía podría, incluso, llegar a ser muy positiva y, tal como se ve el panorama, recomendable. E incluso los grandes economistas la han aconsejado.
Existe un interesante artículo de John Maynard Keynes que puede servir de referencia para nuestra política económica y que se titulaba: La Autosuficiencia Nacional, escrito en 1933 y publicado en la Yale Review, en plena crisis económica de aquellos tiempos. Allí afirmaba: “Como la mayoría de los ingleses, he sido educado en el respeto del libre cambio”. Pero “mis esperanzas, mis preocupaciones y mis temores han cambiado”, en forma similar a lo que le ocurría a la mayor parte de su generación en el mundo entero. Ciertamente no estaba “persuadido de que los beneficios económicos de la división internacional del trabajo sean comparables a lo que fueron”
Y lo que estaba muy claro es que para una extendida gama de productos industriales, e incluso agrícolas, Keynes no creía que las pérdidas económicas debidas a la autosuficiencia “sean superiores a las ventajas” que pueden obtenerse en el marco de una misma organización económica y financiera nacional. Y proclamaba: “Produzcamos en nuestro país cada vez que sea razonable y prácticamente posible, y, sobre todo, hagamos lo necesario para que las finanzas sean nacionales”.
En España, que quiere seguir en Europa, aunque ello perjudique claramente a nuestra agricultura, no se les ocurre cerrar las fronteras … Hay muchos intereses políticos …
Por algo decía Keynes:
“Cuando las circunstancias cambian, yo cambio de opinión. ¿Usted qué hace?

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